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Análisis

ZAYIRA JORDAN O EL ARTE DE GOBERNAR LA UNIVERSIDAD COMO SI FUERA UNA FRANQUICIA DE COMIDA EXPRESS

Zayira Jordán no es un error: es un síntoma. Un síntoma de la rendición de lo público al lenguaje de la rentabilidad, de la conversión de las universidades en franquicias, y de la tragedia de vivir en una colonia donde las decisiones se toman en nombre de la eficiencia, no de la justicia.


Por Eliseo R. Colón Zayas

Presiente FPS21


En tiempos en que el sistema neoliberal global se tambalea —con crisis financieras cíclicas, un retroceso en las libertades académicas, y un recrudecimiento de políticas autoritarias bajo administraciones como la de Trump— la Universidad de Puerto Rico, supuestamente bastión de pensamiento crítico y justicia social recibe a una presidenta que parece recién graduada de un bootcamp de tecnocracia gerencial: Zayira Jordán. Esa es la Zayira Jordán que muestra sus garras depredadoras del sistema universitario en la entrevista con la redacción del periódico Metro.PR. (https://www.metro.pr/noticias/2025/08/07/presidenta-de-la-upr-deja-abierta-la-posibilidad-de-cierres-de-programas/)

Zayira Jordan, presidenta UPR (Foto: CPI)
Zayira Jordan, presidenta UPR (Foto: CPI)

Su idea de universidad no es un proyecto emancipador, ni una apuesta por el conocimiento como bien público, ni siquiera una defensa básica de la autonomía universitaria. Para Jordán, la universidad es un centro de servicios modulares, donde la creatividad consiste en convertir programas académicos en certificados “no conducentes a grado” y en aplaudir a la Junta de Supervisión Fiscal por darle 18 milloncitos para tumbar una torre residencial.


Según sus declaraciones, la Universidad de Puerto Rico es:

· Un servicio al cliente que se debe medir por la demanda del mercado laboral.

· Una empresa de certificaciones que responde a las “nuevas necesidades del siglo XXI” (traducción: flexibilidad, bajos costos y ninguna inversión en pensamiento crítico).

· Una red de centros de capacitación “ágiles” que producen eficiencias y no molestias gremiales, huelgas ni pensamiento incómodo.


Es decir, educación reducida a empleabilidad inmediata, conocimiento reducido a destrezas técnicas, y ciudadanía reducida a docilidad productiva. Todo aderezado con significantes vacíos como “armonización”, “eficiencia” y “ajuste”.


En el mejor estilo de los 'think tanks' neoliberales, la presidenta:

· Evalúa cerrar programas académicos si no alcanzan matrícula suficiente. ¿Humanidades? ¿Ciencias básicas? ¿Filosofía? Demasiado onerosas si no producen retornos cuantificables.

· Prefiere cursos y certificados cortos, como si el conocimiento pudiera despacharse en paquetes de Amazon Prime.

· Aplica criterios de eficiencia empresarial para evaluar recintos, programas, y hasta profesores. “Todos los rectores están bajo evaluación y pueden ser removidos en cualquier momento”, dice, como quien limpia personal en una planta de ensamblaje.

· Ve la diversidad institucional como un problema, afirmando que “cada recinto opera como si fuera una entidad separada”. Lo que otros ven como pluralidad de saberes, Jordán lo interpreta como caos. Su solución: centralización, homogeneización y control vertical.


Zayira Jordán no plantea una defensa activa ante el peligro real que representa la política federal contra fondos para investigaciones sobre cambio climático, equidad de género o justicia racial. Su solución: "hay que ser creativos", es decir, someterse al marco ideológico que impone el capital político. Reformular proyectos, cambiar el lenguaje para no ofender sensibilidades conservadoras, y buscar en fundaciones privadas lo que ya no se puede pedir al Estado. Es decir, camuflar la universidad para que parezca “neutral” y “apolítica”, mientras se desmantela en silencio su razón de ser.


Cuando se le señala su falta de trayectoria académica internacional —o el hecho de que su perfil se parece más al de una ejecutiva de logística que al de una líder universitaria— responde con altivez casi mística: “Yo sé quién soy y estoy donde debo estar”. ¡Qué reconfortante! Para liderar el sistema universitario público más importante del país, basta con creérselo fuerte y decirlo con voz firme. Ya no hace falta publicar, ni debatir ideas, ni tener visión filosófica. Sólo convicción… y el aval de la Gobernadora.


La demolición posible de la residencia Torre Norte se convierte en la metáfora perfecta de esta gestión: implosión institucional camuflada como renovación. No importa que el edificio sirva para dar hogar a estudiantes de bajos recursos. Lo que cuenta es si conviene o no en el Excel de la Junta. “Si no se puede rehabilitar, se tumba”, dice Jordán. Lo mismo aplica, en realidad, a programas, ideas, profesores, historia y sentido crítico.


En la era Trump, donde la verdad es moldeable y la educación es enemiga del poder, Zayira Jordán no es un error: es un síntoma. Un síntoma de la rendición de lo público al lenguaje de la rentabilidad, de la conversión de las universidades en franquicias, y de la tragedia de vivir en una colonia donde las decisiones se toman en nombre de la eficiencia, no de la justicia.

Su proyecto es claro: una universidad dócil, domesticada, obediente, sin historia, sin protesta, sin pensamiento crítico. Una universidad sin universidad.

 
 
 

1 Comment


claryssa
hace 5 días

Y qué dicen los estudiantes sobre ese pensamiento de la Presidenta (ahora gobernadora) de la UPR?

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