EL EFECTO OHTANI
- carmenenid
- 30 oct
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Por Rodrigo Otero Goyco
Bonita Radio
El 17 de octubre de 2025, Shohei Ohtani, la superestrella del béisbol, protagonizó una de las actuaciones más memorables en la historia del deporte. Designado como lanzador abridor de los Dodgers de Los Ángeles para el cuarto juego de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional frente a los Cerveceros de Milwaukee, el japonés subió al montículo con la inusual oportunidad de brillar tanto como pitcher y como bateador.

Al finalizar la noche, Ohtani lanzó seis entradas sin permitir carreras, ponchó a diez rivales y conectó tres cuadrangulares, asegurando la clasificación del equipo californiano a su segunda Serie Mundial consecutiva.
Tras semejante actuación, es obligado preguntarnos: ¿dónde en la historia pertenece ese momento? Para responder, es necesario mirar al pasado y, por muchas razones válidas, el referente histórico cuando se habla de béisbol de Grandes Ligas es George Herman Ruth, mejor conocido como “Babe” Ruth. La razón por la cual Ruth es un estandarte del béisbol es, precisamente, porque sobresalió tanto como lanzador y como bateador. De hecho, es uno de los bateadores más prolíficos en la historia de las Grandes Ligas. Ruth inició su carrera en 1914 con el equipo de las Medias Rojas de Boston, desempeñándose mayormente como lanzador en sus primeras seis temporadas. Ganó 18 juegos en 1915, 23 en 1916 y 24 en 1917, consolidándose como un lanzador confiable y dominante. Sin embargo, el Bambino —como también lo llamaban— había dado muestras de su poder con el bate y, desde la temporada de 1919, comenzó su transición a bateador, aunque aún tuvo buenos momentos en la loma. En 1920 fue transferido a los Yankees de Nueva York, donde registró sus mejores temporadas.
Por lo antes mencionado, no parece descabellado pensar en Ruth al observar las ejecutorias de Ohtani el pasado 17 de octubre; no obstante, no son jugadores comparables. En la era del “Babe”, las Grandes Ligas contaban con ocho equipos por liga; en la actualidad, hay quince por liga. Pero la razón de más peso para afirmar que no son comparables es el hecho de que Ruth jugó en una liga segregada. Es decir, como lanzador, solo enfrentó a bateadores blancos, y como bateador, solo se midió ante lanzadores blancos. Ohtani, en cambio, representa la diversidad de las Grandes Ligas modernas, que rompieron la barrera racial cuando Jackie Robinson se uniformó con los Brooklyn Dodgers en 1947.
Ahora bien, ¿con qué jugador compara el juego de Ohtani? Pues sepa usted que Ohtani es el tercer lanzador que dispara tres cuadrangulares en un juego. En 1886, Guy Hecker, jugando para el equipo de Louisville Colonels, conectó tres cuadrangulares, tres sencillos, impulsó siete carreras y anotó otras siete mientras ganaba el juego como el lanzador inicial de su equipo, permitiendo cinco carreras del equipo de Baltimore. En 1942, Jim Tobin, lanzador de los Bravos de Boston, conectó tres cuadrangulares, remolcó cuatro carreras; mientras que lanzando permitió cinco anotaciones y la misma cantidad de imparables. Curiosamente, el puertorriqueño Hiram Bithorn fue el lanzador perdedor por los Cachorros. A pesar de las impresionantes actuaciones de Hecker y Tobin, existen razones para que sus gestas no sean comparables a las de Ohtani. Primero, era un béisbol segregado, segundo, en el caso de Hecker, su gesta fue antes de la “era de la bola viva” que comenzó en el 1920. Anterior a esa fecha, las tácticas por parte de los lanzadores de manipular la bola utilizada en el juego hacía cada vez más difícil a los bateadores verla, lo que favorecía a los lanzadores. Esto cambió luego que el shortstop de Cleveland, Ray Chapman, falleció al recibir un lanzamiento errado que no vio venir. La “era de la bola viva” incluye el cambio frecuente de pelotas que han sido contaminadas con tierra y/o salen del juego por cualquier razón, entre otras instancias que podemos discutir en otra ocasión. No obstante, en ambos casos, los lanzadores permitieron cinco carreras en sus esfuerzos; Ohtani no permitió ninguna, además, el japonés ponchó a diez bateadores en seis entradas, mientras que Hecker ponchó a cuatro y Tobin a ninguno, ambos en nueve entradas. Por estas razones, ni el juego de Hecker en 1886, ni el juego de Tobin en 1942 son comparables.
Pero no se desanime, que en efecto existe una demostración comparable a la del japonés. Se trata de un juego celebrado el 23 de junio de 1971 entre los Phillies de Filadelfia y los Rojos de Cincinnati. Por los Phillies lanzó Rick Wise, un buen lanzador que ese día logró una gesta que ningún otro lanzador estuvo cerca de igualar hasta el pasado 17 de octubre. Wise lanzó un juego sin hits, otorgó una base, abanicó a tres y conectó dos cuadrangulares en la victoria 4-0. Casi tres meses después, el 18 de septiembre, Wise volvió a deslumbrar a la afición al lanzar 12 entradas completas, permitiendo solo tres carreras, cinco hits y ponchando a diez bateadores, mientras que en el bate conectó un doble y dos sencillos, incluyendo el de la victoria en la parte baja de la duodécima entrada que remolcó al boricua Willie Montañez.
Tal vez es muy prematuro para colocar a Ohtani como uno de los mejores jugadores en la historia, lo que sí es claro es que va por buen camino. Hay mucho que podemos aprender de la gesta de Ohtani. Tal vez lo más importante es que debemos colocar la historia en su debido contexto, en el caso del béisbol, no podemos comparar lo ocurrido en el 2025 con lo ocurrido en 1886, 1919 o 1942; algunos creerán que tampoco podemos hacerlo con el 1971 de Rick Wise, sin embargo, es lo más aproximado que tenemos en términos de competencia y sobre todo diversidad en el juego. Pero hablando de contextos, es pertinente mencionar que el “juego de Ohtani” en el 2025 se dio en un momento de mucha tensión social en Estados Unidos, donde las políticas del gobierno amenazan las estructuras de diversidad que se reflejan en el juego que se conoce como “el pasatiempo de Estados Unidos de América”.
La imagen de un hombre japonés observando como la pelota flota por 469 pies producto de su “swing” en el Dodgers Stadium nos pone en perspectiva que el béisbol de las Grandes Ligas no refleja lo que ocurre fuera de los parques. El efecto Ohtani es más profundo que meramente un pelotero que tuvo un buen juego, es la imagen de la diversidad y la deportividad que todavía perdura en el diamante de béisbol.






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