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Análisis

DESCONFIANZA EN UPR Y EL ALGORITMO DE SU PRESIDENTA

Eliseo R. Colón Zayas

Presidente FPS21


La presidenta de la UPR redujo a los rectores del sistema universitario a fichas de lealtad con su frase mágica: “son de confianza del presidente”. Con eso borró de un plumazo lo que establece el Artículo 19 del Reglamento General de la UPR, donde se indica que los rectores son nombrados por la Junta de Gobierno tras procesos de consulta y cuya remoción debe justificarse, sino que redujo a los rectores a simples fichas de lealtad, despojándolos de su legitimidad académica. Mostró lo que para ella significa liderar la universidad: mandar como si estuviera al frente de un feudo administrativo.


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No es casualidad. Su único trasfondo local fue en las universidades privadas de quita y pon, como la Atlantic University en Guaynabo City. Y ahora, como si se tratara de una abogada con ChatGPT inventando sentencias, se inventa que la UPR funciona con algoritmos: das la orden, ejecutas la secuencia y los rectores desaparecen. Su formación en ciberseguridad y programitas como RING Puerto Rico y Bridge in Cybersecurity Education parecen haberla convencido de que la universidad se corre como un software.


La Universidad de Puerto Rico está atrapada en la paradoja de una Junta de Gobierno llena de currículos brillantes —historiadores, científicos, ingenieros, médicos, economistas, abogados— pero sin un relato común que articule un proyecto de universidad nacional. Lo que prima es la lógica de la eficiencia y la productividad: publicar, atraer fondos, sostener acreditaciones. La universidad se convierte así en fábrica de diplomas y mosaico de microproyectos desconectados, más preocupada por sobrevivir financieramente que por pensarse como motor cultural y crítico del país.


No es que la universidad se haya vuelto irrelevante. ¡Ojalá fuera tan simple! Es que el mercado se la está comiendo viva como si fuera un combo barato de fast food. A la UPR la han deshuesado con bisturí neoliberal: la esencia intelectual y comunitaria la tiraron al zafacón y lo que queda es un cascarón gestionado con planillas de Excel. Y claro, Puerto Rico siempre va un paso más allá: aquí no basta con la globalización devorando universidades, tenemos también a la Junta de Control Fiscal afilando cuchillos. Resultado: profesores despedidos, edificios cayéndose a cantazos y una vida académica precarizada que da pena… salvo para quienes confunden austeridad con administración “eficiente”.


En ese contexto, la llegada de Zayira Jordán Conde no anuncia renovación, sino alineación. Su gestión, vendida como creativa e innovadora, se muestra más como ejecutiva operativa: política-administrativa, tecnocrática, retórica y reactiva. Su nombramiento, marcado por intervención política y sin respaldo amplio de la comunidad universitaria, refuerza la tendencia a centralizar decisiones y reducir la autonomía. Con el discurso de la “confianza”, Jordán Conde trata a los rectores como piezas de libre remoción y a la UPR como un tablero de control donde basta ejecutar instrucciones.

 
 
 
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