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Análisis

ASUNCIÓN SEGÚN JGO: DE LA ANUNCIACIÓN DEL CARGO A LA ASCENCIÓN DEL SELFIE Y EL TRABAJO PARA CONTRATISTAS Y ASESORES

Por Eliseo R. Colón Zayas

Presidente Fundación

Periodismo Siglo 21


El 15 de agosto cayó este año como suelen caer los días grandes de calendario: con procesión, incienso y solemnidad. No, perdón, aconteció con anunció de huracán - ¡Erin, Erin!. Por ello, en vez de vírgenes asumiéndose a los cielos, tuvimos nombramientos ascendiendo a los cargos, cual santos de yeso subidos a un altar improvisado en La Fortaleza. Y yo que pensaba que la Asunción era solo cosa de parroquias… ¡ilusos de nosotros! El santoral político también celebra su propia liturgia.


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'Selfie' de la Gobernadora con el secretario de Estado de Estados Unidos, el republicano, Marco Rubio. (Foto: Del FB de Jenniffer González)


De hecho, nuestra gobernadora —que se precia de ser muy capillita— bien podría haber hilado el relato bíblico con su calendario partidista: primero la Anunciación de sus intenciones, hecha con fanfarria y titulares; luego la Asunción de sus elegidos a los cielos de la nómina pública; y finalmente la Ascensión de cada uno de ellos, elevados a los cargos sin tocar jamás la realidad del trabajo. Un tríptico mariano traducido a clave política, digno de cualquier sermón con coro y órgano.


Ese día, como si se tratara de una misa mayor en honor a la Asunción de la Virgen María, la gobernadora Jenniffer González sacó de su manga una ristra de nombramientos. Los noticieros se llenaron de nombres propios y cargos pomposos: comisionados, directores, juntas, superintendentes. Y mientras en las cada vez menos iglesias se rezaba el credo mariano, en el palacio de gobierno se rezaba el credo partidista: “Creo en el nombramiento, aunque no en la experiencia; creo en el selfie con sonrisa, aunque no en la capacidad técnica; creo en los asesores, que harán el milagro de trabajar por el ungido.”


Tome usted al flamante superintendente de la Policía, Joseph González. Nadie niega su pedigrí federal. Ex-FBI, hombre de traje bien planchado y mirada de foto oficial. Todo en él grita “profesionalismo”. Pero no se confunda: su ascensión no fue menos política que la de cualquier exsenadora reciclada en una oficina comunitaria. Porque en la misa de la política, incluso los técnicos son oficiantes del rito partidista. Su nombramiento tranquiliza a Washington más que a la esquina de Santurce, y ese ya es mérito suficiente para canonizarlo en el santoral de la gobernadora.


Pasemos al otro milagro del día: PRIDCO resucitado con Roberto Lefranc Fortuño, hombre de experiencia más política que industrial. ¿Y qué importa? Allí, aterriza el señor Lefranc Fortuño, cuya experiencia industrial rivaliza, por supuesto, con la de cualquier ingeniero en nómina de General Motors… es decir, ninguna. Pero tranquilos, porque la varita mágica del político hace milagros: basta con ponerlo en la silla, y la industria florecerá como por decreto como quien planifica una boda. Y cuando alguien pregunte por detalles técnicos, permisos, evaluaciones de mercado, el nuevo director, excabildero de la estadidad, no se inmutará: para eso están tras bastidores los asesores, esa raza mística de consultores, exfuncionarios y cuñados iluminados que, a golpe de factura, redactan el plan de desarrollo económico mientras el director posa para la cámara.


Lo mismo ocurre con la exsenadora Karen Riquelme en ODSEC: bastará con contratar a consultores que repitan mantras rimbombantes de “empoderamiento” y “resiliencia” como letanías neoliberales, y asunto resuelto. ¡Ay, qué decir de la pobre ODSEC, entregada a las manos de Riquelme, que de seguro confunde desarrollo comunitario con repartir banderitas en una caravana política? No importa: también habrá asesores que redacten proyectos con las mismas palabras rimbombantes —empoderamiento, resiliencia, a la que añaden, sostenibilidad, como para colgárselas en medallas en conferencias que nadie lee.


La Junta de la AAA (Javier Bayón Torres y Rafael E. López Soler) y la de la UPR (Julio A. Cabral Corrada) tampoco se quedan atrás. Allí tenemos a dos abogados en la AAA y a un financiero en la UPR que, si bien saben firmar resoluciones y posar con toga académica, de agua y de universidad entienden tanto como este servidor de mecánica cuántica (y no es que yo sepa mucho de mecánica cuántica, pero al menos he hojeado un librito de divulgación). Lo suyo será contratar expertos que les traduzcan el argot técnico mientras ellos hacen lo verdaderamente importante: levantar la mano en votación y, lo más importante de todo, seguir instrucciones del partido.


Porque he aquí la verdad que todos saben, pero nadie dice en el micrófono oficial: en Puerto Rico los llamados "nombramientos técnicos" son tan políticos como el más descarado premio de consolación. El abogado puesto en la Comisión de Derechos Civiles, Andrés Córdova Phelps, aunque tenga libros y discursos donde define el concepto de verdad con gran conservadurismo jurídico y político, está allí no por su defensa apasionada de las libertades ya que para él la verdad no representa la justicia sino la estabilidad social, sino porque su voz, amplificada en la prensa, conviene al régimen. La Comisionada de Seguros, Suzette Del Valle Lecároz aunque conozca los entresijos del mercado, debe su silla menos a su erudición que a la bendición divina del partido que gobierna.


Y no me malinterprete, lector paciente (o impaciente, que ya debe estar buscando café mientras lee estas digresiones): no niego que algunos tienen talento. Lo que digo es que ese talento es irrelevante. Porque, al final, el sistema está diseñado para que gobierne la política —esa vieja ramera— y que el trabajo real lo hagan los asesores, como frailes escribanos, ocultos tras bambalinas.


Al final, el 15 de agosto quedará inscrito no sólo como Día de la Asunción, sino también como día de la Gran Ascensión Partidista: cuando políticos, exsenadores, exfuncionarios y tecnócratas medio reciclados suben a sus puestos por la gracia del poder, mientras los verdaderos trabajadores del gobierno —los asesores— permanecen invisibles, como ángeles

custodios que hacen todo y no salen en la foto.


Y yo, que soy un pobre observador de este teatro, me permito una digresión: ¡qué gran semejanza hay entre la Virgen subiendo al cielo sin tocar el suelo y el político que asciende a un cargo sin tocar nunca la realidad del trabajo! Ambos se elevan, ambos son aplaudidos, y ambos dependen de la fe tonta de sus seguidores.

 
 
 

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